¡QUÉ MALO ES ESTE ALCALDE…!

 

Presumo de decir los sitios a los que vamos a almorzar. A parte de hacer publicidad de dichos establecimientos, me permite encontrarme con personas a las que habitualmente veo poco. Vas a un sitio, vas a otro, y te encuentras con gente con la que estudiaste, personas que tuvieron que ver en el pasado con mi familia, compañeros de profesión de los que la labor política te ha alejado físicamente, compañeros de partido, trabajadores jubilados del Ayuntamiento,… en fin, que yendo por todos los establecimientos de la ciudad de forma alternativa vas haciendo relaciones nuevas o reencontrando las de otros tiempos.

acacia1Hace unos cuantos días fuimos a almorzar a la cafetería-bar San Martín, en el barrio de Santo Domingo y San Martín, que durante muchos años fue mi barrio de origen. Era una mañana medio lluviosa, de estos días raros del mes de marzo. Esta cafetería está ubicada en el entorno de la urbanización Largo Caballero, que en los años 80 promovió la Unión General de Trabajadores. Éste es por tanto un establecimiento al que acuden bastantes trabajadores de la zona y estudiantes diversos de los Institutos Lucas Mallada y Sierra de Guara, que se encuentran al lado mismo. También frecuentan esta cafetería-bar las brigadas del Ayuntamiento en el horario del almuerzo.

Estaba comiéndome un buen plato de ajoarriero cuando se me acerco un trabajador del Ayuntamiento, al que yo aprecio mucho, porque fuimos compañeros de escuela, y con el que siempre he tenido una excelente relación. Y me dijo: «Te tengo que contar una cosa que te va a hacer mucha gracia». Pero como mi amigo entendió que era un tema más bien para contarlo a solas, y yo estaba bastante bien acompañado, añadió: » Ya te lo contaré a solas».

Fue pasando el almuerzo y cuando ya nos levantamos para salir, coincidió que mi amigo y yo prácticamente nos tropezamos al salir y fui yo entonces el que le dijo que me lo contara. Tenía que ser alguna anécdota simpática, porque cuando yo vi su cara al decirme que tenía que contarme algo, la expresión de su rostro traslucía que todavía al nombrarlo le hacía gracia. Y me la contó.

Empezó diciéndome que hace unos días estaban trabajando en la avenida Ramón y Cajal y se les acercó una señora preguntándoles de forma muy correcta si pensaban podar los árboles de la calle Aragón del Perpetuo Socorro. «Sabe que pasa«- me dijo mi amigo que le comentó la señora– «que hay un árbol muy crecido frente a mi casa y nos molesta mucho. ¿Sabe usted si se piensan podar los árboles de esa calle?». Conforme iba contando la historia, mi amigo iba haciendo esfuerzos por no reírse -luego me di cuenta que era así- antes de tiempo. Continuó añadiendo: «Pues no se lo puedo decir porque los trabajos se planifican y se nos va comunicando lo que tenemos que hacer cada varios días». Y la sorpresa fue cuando la señora, muy amablemente, se despidió dando la media vuelta a la vez que rumiaba: «¡Qué malo es este Alcalde!».

Mi amigo, llegando a este momento de la historia, apostilló que él se había quedado algo sorprendido por la reacción de la señora. Sobre todo por la conclusión a la que había llegado.

Pero, según Juan, la historia no acabó allí. Al momento pasaba por allí un señor conocido, que en su día fue concejal del Ayuntamiento de Huesca y le espetó: «Oye, te he visto hablando con la hermana del Alcalde…» y en clave de humor añadió: «… A ver que le has dicho…».

Y llegado a este punto de la narración, Juan ya se hecho abiertamente a reír. «Fíjate lo que me dijo, qué malo es el Alcalde». Y conociendo a mi hermana la mayor, ya lo creo que se lo  dijo, ya lo creo que sí, sin pestañear y yéndose tranquilamente a donde fuera. Sin lugar a dudas cuando llegara a casa comentaría: «No, seguro que mi hermano no nos podará los árboles».

¿A que es una buena historia?.

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